El espejo

Se levantó, se lavo la cara y se preparó para seguir su rutina, ella sabía que ese día no era común. Algo le decía que había cambiado.
Las horas pasaban, Carolina, hasta ese entonces, no se dio cuenta que había dejado de ser, aquella pequeña protegida por ese hombre que era también diferente pero conocido al mismo tiempo. Estaba creciendo y eso le era sumamente pesado. Vivian en las afueras de Quehué un pueblo donde el ferrocarril dejó de pasar y sus habitantes decidieron migrar para algún lugar mucho mas prometedor, por lo menos eso era lo que Juan
comentaba.
Hasta ese entonces Carolina no había cuestionado su físico, sus pensamientos, ni sus sentimientos, ella era, lo que aquel hombre al que llamaba padre, le había dicho que era.
No entendía por que, hacia ya 15 años, su vida se desarrollaba dentro de cuatro paredes y sus largas hectáreas de campo, pero era su hogar y era feliz.
Sin embargo sentía que tenia que haber más gente a su alrededor, chicos con los que compartir sus vivencias, gente de su misma edad. Era diferente, y no lo había notado hasta ese día.

Su pecho, lleno de plumas suaves y brillosas que formaban parte de su fisonomía, le manifestaba un sentimiento inusual.
Sin saber quizás porque experimentaba ese sentimiento se lanzó en busca de la verdad, su verdad. Cuestionaba su aislamiento y ya no era lo suficientemente fuerte como para tolerar esa situación, que para ella hasta ese entonces había sido normal. Miedo a lo desconocido, miedo a la soledad era lo que la atormentaba, pero como toda adolescente empezó con sus ganas de aprender más del mundo y de ella misma.
Era ya de madrugada cuando decide tomar sus pertenencias y emprender camino. Sin poder movilizarse demasiado comienza a caminar con paso acelerado, tratando de no realizar mucho ruido logra salir de su casa. Ya de mañana, entra al pueblo pensando que tal vez Juan tendría razón, en su cabeza resonaban sus palabras (…) somos solo nosotros dos, hace mucho tiempo ya que el pueblo esta sin habitar (…).
No había movimiento alguno, parecía estar todo abandonado pero en muy buen estado, sin embargo, ella sentía que su escapada valdría la pena, nada de lo que estaba viviendo carecía de sentido, aunque así sea darle la razón a Juan. Pero todo cambió, el pueblo comenzó a moverse y el temor la sobresaltó. Decidió esconderse para observar a cierta distancia sin estar expuesta a lo que pueda llegar a encontrar. Invadida por la bronca y el odio decide salir de aquel lugar que la atormentaba, no podía creer lo que sus ojos veían y mucho menos podía entender como nunca pudo ver con claridad que todo su mundo era una mentira. Salio corriendo, y así siguió por horas, sus piernas acalambradas le pedían un respiro, sus lagrimas imposibles de frenar y su corazón a punto de estallar le impedían ser objetiva ante esa situación.
Llego a su casa, ya calmada su padre le pregunta donde había estado, sin ninguna expresión en su rostro le contesta fríamente que estaba en el establo y sube a su cuarto, se coloca frente al espejo sacando sus ropas como ella ya estaba acostumbrada y recorre su cuerpo detalladamente.

Rostro humano, pecho de ave, alas en vez de brazos y piernas de mujer.
Así era ella y así era como iba a empezar su historia.


1 comentarios:

vi dijo...

sabes q me gusto
felicitaciones x el primero

muaa!


(L)